viernes, 20 de diciembre de 2013

La fraternidad, fundamento y camino para la paz

Año XLV, número 50 - 13 de diciembre de 2013
Mensaje para la Jornada mundial del 1 de enero de 2014

 El fuego de la misericordia
GIOVANNI MARIA VIAN
 La publicación del mensaje del obispo de Roma para la Jornada mundial de la paz inmediatamente después de la decisión de la revista «Time» de declarar al Papa Francisco «hombre del año» es ciertamente una coincidencia casual. Sin embargo, precisamente el texto pontificio que indica de nuevo la fraternidad como fundamento y camino de la paz explica el por qué de la elección de la revista estadounidense, tan difundida como autorizada.
En un año marcado por un acontecimiento sin precedentes como la renuncia de Benedicto XVI, su sucesor elegido «casi al final del mundo» supo, en efecto, presentarse en un tiempo brevísimo a la atención mundial siendo sencillamente, y, por lo tanto, revelándose a sí mismo: un hombre, un cristiano, un obispo de la Iglesia preocupado sólo por testimoniar y anunciar el Evangelio. Con gestos y palabras que llegan a todos por su autenticidad.
Los ejemplos ya son muchos, desde la atención a cada persona que encuentra hasta diversas intervenciones, pero como recorridos por un fuego interior —el testimonio personal del Papa Francisco— en el que cada uno advierte la credibilidad con inmediatez. Así en la Evangelii gaudium, auténtica suma programática de un pontificado que quiere a la Iglesia en estado permanente de misión, así en el mensaje para la Jornada mundial de la paz, así en el discurso a un numeroso grupo de embajadores.
El texto sobre la paz inicia augurando a personas y pueblos «una vida llena de alegría y de esperanza » porque reconoce en todos una aspiración a la fraternidad.

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sábado, 30 de noviembre de 2013

La alegría del Evangelio

Año XLV, número 48 - Ciudad del Vaticano - 29 de noviembre de 2013

Publicada la exhortación apostólica del Papa Francisco que quiere indicar el camino de la Iglesia en los próximos años.

El Papa Francisco tiene «un sueño». El de una Iglesia encaminada sin demora por el camino «de una conversión pastoral y misionera»: una actitud personal y comunitaria «capaz de transformar» en
lo profundo costumbres, estilos, lenguaje, estructuras, orientándolos hacia la evangelización más bien
que hacia «la autopreservación».
Ese «sueño» está en el centro de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, presentada el martes
26 de noviembre en la Sala de prensa de la Santa Sede. Un documento de 224 páginas, en cinco capítulos, que recoge los frutos del Sínodo de los obispos sobre «La nueva evangelización para la
transmisión de la fe». Pero es evidente que la intención del Papa va más allá de la sencilla recepción de las indicaciones de los padres sinodales. Porque lo que se ofrece a toda la comunidad cristiana es un texto que «tiene un sentido programático y consecuencias importantes».
«Quiero dirigirme a los fieles cristianos —escribe el Papa— para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años».
Al Pontífice le interesa que cada bautizado lleve a los demás con nuevo dinamismo el amor de Jesús,
viviendo en «estado permanente de misión».

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viernes, 22 de noviembre de 2013

El Pontífice llama a la solidaridad concreta

Año XLV, número 46 - Ciudad del Vaticano - 15 de noviembre de 2013
Ante los miles de muertos y desplazados por el paso del tifón Haiyan


Una catástrofe con pocos precedentes causó el paso del tifón Haiyan por Filipinas. En la ciudad de Tacloban, la mayormente azotada por la tempestad, y que tenía más de doscientos mil habitantes, sólo el veinte por ciento de la población puede recibir ayuda de forma continua debido al estado general de destrucción. Según fuentes oficiales del gobierno difundidas hasta la fecha por las Naciones Unidas se calculan 4.660 muertos; mientras que son más de once millones las personas que sufren las consecuencias del tifón, entre ellos, son cientos de miles los desplazados. Muchos están tratando de sobrevivir sin amparo, alimento o agua potable.
Dolor por las numerosísimas víctimas y solidaridad con los socorristas expresó inmediatamente el Papa en un telegrama, firmado por el secretario de Estado, el arzobispo Pietro Parolin, dirigido al presidente de Filipinas Benigno Aquino III. «Profundamente entristecido por la destrucción y la pérdida de vidas —se lee en el telegrama— su Santidad el Papa Francisco expresa profunda solidaridad hacia todos los que han sido golpeados por la tempestad y sus consecuencias. Recuerda en especial a quienes lloran la pérdida de sus seres queridos y a quienes han perdido sus casas. Al rezar por todo el pueblo de Filipinas, el Santo Padre alienta a las autoridades civiles y a los equipos de rescate que asisten a las víctimas de la tempestad e invoca la bendición divina de fuerza y de consolación para la Nación».
La tragedia de Filipinas también se recordó en el Ángelus del día 10, cuando el Papa, asegurando su cercanía, pidió oraciones y ayudas concretas para las poblaciones afectadas con estas palabras: «Deseo asegurar mi cercanía a las poblaciones de Filipinas y de esa región, que fueron azotadas por un tremendo tifón. Desgraciadamente las víctimas son muchas y los daños enormes.
Oremos un momento, en silencio, y luego a la Virgen, por estos hermanos y hermanas nuestros, y tratemos de hacer llegar a ellos también nuestra ayuda concreta.
Oremos en silencio». Llamamiento que reiteró el miércoles 13 en la audiencia general, y que publicamos en la última página. Como respuesta a la situación, una primera aportación de 150.000 dólares fue enviada por el Pontífice a través del Consejo pontificio «Cor Unum».
La Conferencia episcopal italiana destinó tres millones de euros para la primera emergencia, mientras que Cáritas envió cien mil euros.


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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Vidas truncadas entre el desierto y el mar

Año XLV, número 45 - Ciudad del Vaticano - 8 de noviembre de 2013
El Papa en su primera visita al cementerio del Verano reza también por los inmigrantes fallecidos


Vidas truncadas entre el desierto y el mar «buscaban una liberación, unavida más digna». Vidas que el Papa Francisco no puede olvidar. Así, el viernes 1 de noviembre, solemnidad de Todos los santos, las víctimas de las enésimas tragedias de las emigraciones ocuparon el centro de una jornada vivida bajo el signo del recuerdo, de la conmemoración de quienes nos precedieron en esa «riba » donde se lanza «el ancla de la esperanza» cristiana. Una esperanza que en el cementerio romano del Verano
estuvo simbólicamente representada por la rosa roja depositada sobre una de las tumbas históricas
del cementerio monumental romano, donde el Papa Francisco celebró la misa por los difuntos, retomando una antigua tradición interrumpida hace ya veinte años.
Ningún folio para un discurso que el Pontífice quiso que fuera comprendido en su espontánea sencillez. Capaz, por lo tanto, de hacer captar en su inmediatez la imagen «tan bella» de ese cielo —del que hablaba el pasaje del Apocalipsis leído durante la celebración— al cual sólo se puede acceder lavado por la sangre de Cristo.
Una sangre —recordó el Obispo de Roma al término de la misa— similar a la derramada por quienes mueren buscando la libertad de violencias y miseria. El Papa Francisco no olvidó a los vivos, los que se salvaron de las tragedias, que hoy viven «amontonados» en centros de acogida incapaces de hospedarles adecuadamente.
Para ellos el Pontífice invocó una rápida conclusión de los procedimientos legales en vista de un alojamiento más digno. Pocas hora antes, en la plaza de San Pedro, ante una gran multitud de fieles, el Santo Padre había relanzado la misma imagen de humanidad que sufre a causa del odio traído
al mundo «por el diablo». Y había pedido oraciones por las víctimas de ese odio. ¿Cómo derrotarlo? Los santos, dijo, nos indicaron el camino: «Nunca odiar, sino servir a los demás, a los más necesitados; rezar y vivir en la alegría. Este es el camino de la santidad». Recorrerlo no significa ser «superhombres» sino personas dispuestas a fiarse de Jesús, «que no decepciona nunca», y, por lo tanto, capaces de vivir con «la alegría en el corazón» y transmitirla a los demás.

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martes, 22 de octubre de 2013

En las manos de María

Año XLV, número 42 - Ciudad del Vaticano
18 de octubre de 2013



En la plaza de San Pedro el Pontífice renueva el acto de consagración a la Virgen de Fátima

Es María la maestra de fe para cada cristiano. Profundamente convencido de la necesidad de recurrir a la Virgen en cada momento de la vida, el Santo Padre presidió el sábado 12 y el domingo 13 de octubre en la plaza de San Pedro una doble cita de oración en presencia de la imagen original de la Virgen de Fátima, llegada desde el santuario portugués.
La ocasión fue la jornada mariana organizada por el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización en este Año de la fe. En presencia de una gran multitud de fieles, el Pontífice realizó el acto de consagración de la humanidad a la Virgen, pidiéndole en particular que enseñe a los hombres su «mismo amor de predilección por los pequeños y los pobres, por los excluidos y los que sufren, por los pecadores y los extraviados de corazón». El solemne acto tuvo lugar al término de la misa celebrada en el atrio de la basílica vaticana el domingo por la mañana, el mismo día de la última
aparición mariana a los tres pastorcillos.
En la tarde precedente, el Papa Francisco había presidido un festivo encuentro de oración durante el cual, a través de la meditación de la «Via Matris», se recorrieron las siete etapas dolorosas de la vida de la Virgen: desde la profecía de Simeón a la deposición del cuerpo de Jesús en el sepulcro el sábado santo.
Al final, el Pontífice pronunció la catequesis con una triple reflexión sobre la fe de María. Sucesivamente la venerada imagen de Fátima fue llevada al santuario romano del Divino Amor, donde se celebró una vigilia nocturna. A los participantes el Papa envió un videomensaje.

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martes, 8 de octubre de 2013

Cada tierra extranjera es patria

Año XLV, número 39 - 27 de septiembre de 2013



«Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad », sino personas concretas: niños, mujeres y hombres que sufren violencias, discriminación y marginación.
Por ellos el Papa Francisco lanza un nuevo y fuerte llamamiento, pidiendo mayor cooperación internacional y deseando un cambio de mentalidad partiendo de la convicción de que «cada tierra extranjera es patria». En el mensaje, publicado esta semana, para la próxima Jornada mundial del emigrante y del refugiado, que se celebrará el 19 de enero de 2014, el Pontífice vuelve a denunciar «el tráfico de la explotación, el dolor y la muerte» —en particular la «trata de personas» y el «trabajo esclavo»— subrayando la relación estrecha entre los desplazamientos migratorios y «el escándalo de la pobreza en sus diversas dimensiones ».
De aquí la invitación a afrontar el fenómeno «de un modo nuevo, equitativo y eficaz», a partir de una colaboración más cercana y una actitud de recíproca ayuda entre los Estados. Según el Papa debe favorecerse también una «cultura del encuentro» que ayude a superar miedos y desconfianzas, y a vencer los prejuicios respecto a los emigrantes.

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miércoles, 2 de octubre de 2013

Con el apoyo de la misericordia

Año XLV, número 38 (2.332) - 20 de septiembre de 2013
El Obispo de Roma dialoga con sus sacerdotes en la basílica de San Juan de Letrán

La mirada misericordiosa de Jesús sostiene al sacerdote en la fatiga cotidiana de su misión. Así es, desde hace sesenta años, para Jorge Mario Bergoglio. Obispo de Roma desde hace seis meses, en la mañana del 16 de septiembre dio un paso decisivo para entrar en el corazón de su diócesis.
En la basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, el Papa Francisco dialogó largamente con su clero.
«Me siento sacerdote», confió. Y recorriendo también sus experiencias personales en Buenos Aires, reveló que jamás había tenido la tentación de sentirse más importante desde que es Papa. Al clero romano le pidió en particular que rezara por él.
Sobre todo el 21 de septiembre, fiesta de san Mateo. Porque justamente ese día, hace sesenta años, descubrió la vocación al sacerdocio. En la primera parte del encuentro —introducido por el Veni creator Spiritus y por un pasaje del Evangelio de Juan—, el Papa habló sobre todo de la buena fatiga del sacerdote por la misión en medio del pueblo. Ser sacerdote, aseguró, significa trabajar mucho, porque la gente tiene hoy más que nunca tantas exigencias. Y la sensación de la fatiga, añadió, comprende para el sacerdote también interrogantes fuertes sobre sí mismo, sobre la bondad de la propia vocación y sobre las renuncias que ella comporta, la primera de todas a la paternidad biológica. Pero es una fatiga que el sacerdote vive y supera con todo su ser. Entre los diversos ejemplos bíblicos a los que se refirió, el Obispo de Roma indicó sobre todo a María, quien, como decía Juan Pablo II, tenía una «peculiar fatiga en el corazón». Por lo demás, la oración y la cercanía a los demás, empezando por el propio obispo, son para el sacerdote un antídoto eficaz en los momentos de mayor fatiga.

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viernes, 13 de septiembre de 2013

Ya está disponible la edición 32 y 33 del semanario.

Perdón a todos los suscriptores por la edición del semanario 32 y 33 que no fue subida.
Ya está disponible para leerlo desde el blog.



Nuevamente disculpas.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El grito de la paz

Nº 36 - 6 de septiembre de 2013
El Pontífice convoca el 7 de septiembre una jornada de oración y ayuno para implorar por Siria y el mundo



Palabras fuertes y angustiadas del Papa Francisco en el Ángelus el 1 de septiembre en su nuevo llamamiento para que en Siria la lógica del diálogo prevalezca sobre la contraposición.
«¡La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia!», alerta. Al introducir la oración mariana, el Pontífice convocó el 7 de septiembre una jornada de ayuno y oración, día en que cita, por la tarde, en la plaza de San Pedro, a la oración por la paz en Siria y en el mundo.
 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz!
Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado.

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sábado, 31 de agosto de 2013

Paz y reconciliación para Egipto

Año XLV, número 34



Preocupado por las dolorosas noticias que siguen llegando de un Egipto atrapado en violencias cada vez más sangrientas, el Papa Francisco ha hecho nuevos llamamientos para pedir que el país encuentre el camino del diálogo y la reconciliación.
En el Ángelus de la solemnidad de la Asunción —en Castelgandolfo— el Pontífice dijo: «Lamentablemente llegan noticias dolorosas desde Egipto. Aseguro mi oración por todas las víctimas y sus familiares, por los heridos y por cuantos sufren. Recemos juntos por la paz, el diálogo, la reconciliación en esa querida tierra y en todo el mundo.
María, Reina de la Paz, ruega por nosotros. Decimos todos: María, Reina de la Paz, ruega por nosotros» .
 
Un deseo que ratificó el 17 de agosto en una declaración difundida por la Oficina de prensa de la Santa Sede. El Santo Padre —afirmó el subdirector, el padre Ciro Benedettini— «continúa siguiendo con creciente preocupación las graves noticias que llegan desde Egipto y sigue orando y deseando que cese la violencia y que las partes elijan el camino del diálogo y de la reconciliación ».
 
Otro llamamiento lanzó el Papa el domingo 18, tras el rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, cuando insistió: «Sigamos rezando también por la paz en Egipto. Todos juntos: María, Reina de la paz, ruega por nosotros. Todos: [repite con los fieles:] María, Reina de la paz, ruega por nosotros » .

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jueves, 8 de agosto de 2013

Vayan sin miedo para servir

Año XLV, número 31 (2.326) Ciudad del Vaticano 2 de agosto de 2013
La invitación del Papa Francisco a 3 millones de jóvenes reunidos en Río de Janeiro en la conclusión de la JMJ


Ha sido un viaje programático el que el Papa Francisco acaba de llevar a cabo en Brasil para participar en la Jornada mundial de la juventud de Río de Janeiro. No planificado por el primer Pontífice americano y latinoamericano, sino desde hacía tiempo fijado por su predecesor, el largo itinerario ha permitido en cambio al obispo de Roma tomado «casi al final del mundo» no sólo regresar a su América Latina, sino también presentarse con un conjunto de gestos y palabras tan claro y coherente como para poder considerarse precisamente como programático.
Normalmente es la primera encíclica de un Papa la que traza las principales preocupaciones e intenciones, y ciertamente la Lumen fidei se puede leer también en este modo.
Pero el documento representa sobre todo la respuesta inédita a una situación sin precedentes como la renuncia de Benedicto XVI. Su sucesor, de hecho, decidió hacer propio, con una auténtica elección de humildad y a la vez de gobierno, un texto casi concluido y que completó personalmente.
Llegó así una fortísima señal de continuidad que confirma, en la obvia diferencia de las personas, una sintonía y una complementariedad de por sí ya evidentes.

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jueves, 1 de agosto de 2013

Portadores de esperanza

En viaje por la JMJ, la llamada del Papa Francisco en Brasil y el anuncio de su regreso en 2017
La lluvia y los peregrinos

En cuanto llegó a Río de Janeiro el Obispo de Roma concluyó su primer discurso diciendo que deseaba abrazar a todo Brasil, para que «nadie se sienta excluido del afecto del Papa». Toda la primera parte de este primer viaje internacional ha mostrado, más allá de cualquier duda, que sus palabras no eran en absoluto de circunstancias. Es, en efecto, la imagen del abrazo la que mejor representa la acogida al Pontífice y la elocuente introducción a la Jornada mundial de la juventud —en la metrópolis carioca y en el santuario mariano de Aparecida — que se han desarrollado sin problemas, pero bajo una lluvia incesante.

Al frío invernal han respondido, sin embargo, el calor y el entusiasmo de muchos cientos de miles de brasileños y de peregrinos llegados de todo América Latina y de todo lugar del mundo. Que en las abarrotadas calles de Río y de Aparecida han abrazado al Pontífice, y éste, sin retenerse, ha correspondido, sonriendo a todos, estrechando manos, acariciando y besando a niños, ancianos, enfermos. Naturalmente han sido sobre todo los jóvenes quienes no se han atemorizado del mal tiempo y nutridísima fue la concelebración vespertina de apertura de la Jornada mundial presidida por el arzobispo de Río en la playa de Copacabana, mientras cientos de banderas ondeaban al viento del océano.

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martes, 16 de julio de 2013

Acoger a quien busca una vida mejor

12 de julio, 2013 - Número 28

El Papa Francisco encuentra en Lampedusa a los inmigrantes y pide perdón a Dios por la «globalización de la indiferencia»


Acostumbrarse al sufrimiento del otro es lo que alimenta la globalización de la indiferencia y aumenta las filas de los «responsables anónimos y sin rostro». Son palabras del Papa Francisco, el lunes 8 de julio, durante su viaje a Lampedusa, en el extremo sur de Europa, dirigiéndose al mundo ante la realidad de quienes se ven obligados a abandonar la propia tierra en busca de un lugar donde vivir en paz y con dignidad. Desde el altar, durante la celebración eucarística, relanzó su grito: «Han pasado por las manos de los traficantes...

¡Cuánto han sufrido! Y algunos no han conseguido llegar». El Papa explicó por qué el primer viaje de su pontificado fue precisamente por ellos, por las víctimas de una violencia inaudita, y expresó especial gratitud a los habitantes de Lampedusa y Linosa, a las asociaciones, a los voluntarios y a las fuerzas de seguridad, a quienes se dirigió diciéndoles: «¡Son una pequeña realidad, pero dan un ejemplo de solidaridad!
¡Gracias!».

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jueves, 11 de julio de 2013

Lumen fidei

5 de julio de 2013 - Edición 27
Se publica la Carta encíclica del Sumo Pontífice sobre la fe



La fe no nos separa de la realidad, sino que incluso nos permite percibir su significado más profundo y descubrir la intensidad del amor de Dios por este mundo, que orienta incesantemente hacia Él mismo. Es el mensaje central de la Carta encílica Lumen fidei, la primera del Papa Francisco, hecha pública el 5 de julio. Un mensaje que, como escribe el propio Pontífice, sintetiza algunos temas queridos para Benedicto XVI. 

Son puntos que el Papa Ratzinger ya había afrontado en sus encíclicas sobre la caridad y la esperanza y que había profundizado en la primera redacción de la que debería haber sido su tercera encíclica, la de la fe. «Un trabajo precioso», lo define el Papa Francisco, por el cual expresa profunda gratitud a su predecesor, manifestando también la voluntad de hacer suya esa labor, añadiendo otras contribuciones.

Significativamente, el día en que se presenta la encíclica, que de modo totalmente original marca la continuidad del magisterio petrino, el Papa Francisco y Benedicto XVI se volvieron a encontrar para la inauguración de la estatua del arcángel san Miguel, patrono del Estado de la Ciudad del Vaticano.

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martes, 2 de julio de 2013

Dios Viviente y misericordioso

Misa del Papa Francisco por la Jornada de la «Evangelium vitae»



Nueva alerta del Pontífice frente a ideologías y lógicas que ponen obstáculos a la vida, que no la respetan, porque vienen dictadas por el egoísmo, el propio interés, el lucro, el poder y no son dictadas por el amor, por la búsqueda del bien del otro. Esto sucede —dijo en la jornada dedicada al Evangelio de la vida— cuando el hombre se quiere autoafirmar cerrándose en su egoísmo y ocupando el lugar de Dios, que es «el Viviente, el misericordioso». 
Pretende sustituir a Dios por «ídolos humanos», que «al final son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte».

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viernes, 28 de junio de 2013

El arte de caminar y educar


Caminar es un arte: implica la capacidad de soportar el cansancio sin perder de vista el horizonte; saber hacerlo en compañía, en comunidad; ser conscientes de que en el recorrido habrá dificultades, oscuridades, incluso caídas, pero también hay que entender la importancia de saber levantarse, sin temer los fracasos. Un arte esencial para la vida. Que el Papa Francisco propuso, en clave pedagógica, a miles de niños de escuelas jesuitas en un diálogo espontáneo, respondiendo a las inquietudes que le plantearon. Con confianza recíproca. Que dio espacio a que el Santo Padre hablara del escándalo de la pobreza, de la crisis económica, y hasta de decisiones personales, como la de no vivir en el palacio apostólico porque prefiere estar con la gente y la soledad le dañaría. Y para los educadores una alerta: educar no es una profesión, sino una actitud y un modo de ser que implica necesariamente coherencia de vida. Sino, no es posible educar de verdad.

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jueves, 30 de mayo de 2013

Una Iglesia que va al encuentro de todos


El fuego de la misión

Misión: esta es sin duda la palabra que mejor resume la conclusión del gran encuentro de Pentecostés entre el Obispo de Roma y más de doscientos mil fieles pertenecientes a asociaciones y movimientos católicos. 
Precisamente la realidad, necesaria y urgente, de testimoniar y predicar el Evangelio estuvo en el centro de la larga vigilia y después en la homilía que el Papa Francisco pronunció durante la misa en el atrio de San Pedro, retomando también temas y expresiones de su predicación diaria en Santa Marta, tan eficaz como cautivante.
Igualmente vívidas y apasionadas fueron las respuestas del Pontífice a cuatro preguntas que se le plantearon. «He pensado en ellas», dijo inmediatamente, como para subrayar la autenticidad de un testimonio en primera persona, que es la clave para entender de verdad las palabras del Obispo de Roma y el interés que están suscitando también fuera de la Iglesia y de sus confines visibles. De hecho fue la experiencia personal —«la historia de mi vida»— lo que el Papa Francisco evocó enseguida para dirigirse a los presentes en la plaza de San Pedro y a muchísimas más personas, mujeres y hombres, en todo el mundo.
¿La fe? Tuve la gracia de una familia donde esta realidad se vivía de modo sencillo y concreto, respondió; y era una mujer —«la mamá de mi padre»— quien «nos hablaba de Jesús». Como muchas otras mujeres, desde los primeros tiempos de la Iglesia: por ejemplo, Loide y Eunice, la abuela y la mamá de Timoteo, cuya fe se recuerda expresamente al inicio de la segunda carta que le dirige el apóstol, observó el Pontífice.

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martes, 21 de mayo de 2013

Con la valentía de la fidelidad

El Papa canoniza a los mártires de Otranto y a dos religiosas de Colombia y México.
La valentía de la fidelidad a Cristo y a su Evangelio: es el mensaje que proponen, a los cristianos de hoy, los nuevos santos proclamados por el Obispo de Roma el domingo 12 de mayo en la plaza de San Pedro. En la primera canonización del pontificado, el Papa Francisco, en su homilía, destacó de los santos Antonio Primaldo y compañeros mártires de Otranto —asesinados por los
otomanos en 1480— una fe capaz de superar «obstáculos» e «incomprensiones» hasta el «supremo testimonio del Evangelio». De ahí el recuerdo de tantos cristianos que hoy siguen sufriendo violencias.

Proponiendo la figura de la primera santa de Colombia, la religiosa Laura de Santa Catalina de Siena Montoya y Upegui (1874-1949), el Pontífice invitó a «vencer la indiferencia y el individualismo, que corroe las comunidades cristianas y nuestro propio corazón» y «acoger a todos sin prejuicios». Igual que hizo la religiosa mexicana, santa María Guadalupe García Zavala (1878-1963), quien renunció al bienestar que «aburguesa» el corazón, dedicando su vida a «tocar la carne de Cristo» en los pobres, enfermos, abandonados.

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jueves, 16 de mayo de 2013

Para tomar decisiones libres

Por segunda vez desde el inicio de su pontificado el Papa Francisco visitó la basílica de Santa María la Mayor el sábado 4 de mayo por la tarde para rezar el santo rosario y confiar a la Virgen su pontificado. En en su reflexión desarrolló tres temas relacionados al papel maternal de la Virgen, que nos ayuda a «crecer», a «afrontar la vida» y a «ser libres». Respecto al tema de la libertad, el Obispo de Roma destacó cuán difícil «es tomar decisiones definitivas en nuestros días. Nos seduce —comentó— lo provisional.
Somos víctimas de una tendencia que nos lleva a la provisionalidad…». De ahí la exhortación a no tener «miedo a los compromisos definitivos, a los compromisos que implican y afectan toda la vida».

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sábado, 11 de mayo de 2013

La Valentía de ir contracorriente

Tapa de esta semana de L'Osservatore Romano.
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jueves, 2 de mayo de 2013

Coherencia entre palabra y vida

Edición Nº 16 - L'Osservatore Romano - 2013
 
En la basílica de San Pablo Extramuros el Obispo de Roma exhorta a abandonar los ídolos para adorar al Señor.


Para ser creíble, la Iglesia debe mostrar coherencia «entre la palabra y el modo de vivir», abandonando los «ídolos» de la ambición, del afán de hacer carrera, del éxito, «en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad». Fueron las indicaciones del Papa Francisco el domingo 14 de abril por la tarde durante su primera misa celebrada en la basílica de San Pablo Extramuros. De nuevo numerosísimos romanos junto a su obispo —como hace una semana en la basílica lateranense—. Se contaron miles de fieles, muchos de los cuales tuvieron que seguir la celebración eucarística desde el exterior, llegados sobre todo de las parroquias de la zona Ostiense, algunas de las cuales, por una idea pastoral de Pablo VI, se dedicaron a los colaboradores del apóstol de los gentiles, como Aquila y Priscila. No faltaron peregrinos que acudieron a Roma para vivir toda la jornada junto al Santo Padre, participando también en el rezo del Regina Caeli a mediodía en la plaza de San Pedro. Publicamos la traducción de la homilía que pronunció el Pontífice en la basílica paulina.

Queridos hermanos y hermanas: 
Me alegra celebrar la Eucaristía con vosotros en esta Basílica. Saludo al arcipreste, el cardenal James Harvey, y le agradezco las palabras que me ha dirigido; junto a él, saludo y doy las gracias a las diversas instituciones que forman parte de esta Basílica y a todos vosotros. Estamos sobre la tumba de san Pablo, un humilde y gran Apóstol del Señor, que le anunció con la palabra, dió testimonio de Él con el martirio y le adoró con todo el corazón.
Estos son precisamente los tres verbos sobre los que quisiera reflexionar a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado: anunciar, dar testimonio, adorar.

1. En la primera Lectura llama la atención la fuerza de Pedro y de los demás Apóstoles. Al mandato de callar, de no seguir enseñando en el nombre de Jesús, de no anunciar más su Mensaje, ellos responden claramente:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Y no les detiene ni siquiera el ser azotados, ultrajados y encarcelados. Pedro y los Apóstoles anuncian con audacia, con parresia, aquello que han recibido, el Evangelio de Jesús. Y nosotros, ¿somos capaces de llevar la Palabra de Dios a nuestros ambientes de vida? ¿Sabemos hablar de Cristo, de lo que representa para nosotros, en familia, con las personas que forman parte de nuestra vida cotidiana? La fe nace de la escucha y se refuerza con el anuncio.

2. Pero demos un paso más: el anuncio de Pedro y de los Apóstoles no consiste sólo en palabras, sino que la fidelidad a Cristo entra en su vida, que queda transformada, recibe una nueva dirección, y es precisamente con su vida con la que dan testimonio de la fe y del anuncio de Cristo. En el Evangelio, Jesús pide a Pedro tres veces que apaciente su grey, y que la apaciente con su amor, y le anuncia: «Cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras » (Jn 21, 18). Esta es una palabra dirigida ante todo a nosotros, los Pastores: no se puede apacentar el rebaño de Dios si no se acepta ser llevados por la voluntad de Dios incluso donde no queremos, si no hay disponibilidad para dar testimonio de Cristo con la entrega de nosotros mismos, sin reservas, sin cálculos, a veces a costa incluso de nuestra vida. Pero esto vale para todos: el Evangelio ha de ser anunciado y testimoniado.
Cada uno debería preguntarse: ¿Cómo doy yo testimonio de Cristo con mi fe? ¿Tengo el valor de Pedro y los otros Apóstoles de pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios? Es verdad que el testimonio de la fe tiene muchas formas, como en un gran mural hay variedad de colores y
de matices; pero todos son importantes, incluso los que no destacan. En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, también el pequeño y humilde testimonio tuyo y mío, también ese testimonio escondido de quien vive con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, de trabajo, de amistad. 
Hay santos de todos los días, los santos «ocultos», una especie de «clase media de la santidad», como decía un escritor francés, esa «clase media de la santidad» de la que todos podemos formar parte. Pero en diversas partes del mundo está también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles, a causa del Evangelio; está quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre. Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe leer en nuestras acciones eso mismo que oye de nuestros labios, y dar gloria a Dios. Me viene ahora a la memoria un consejo que san Francisco de Asís daba a sus hermanos: predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Predicar con la vida: el testimonio. La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.

3. Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es Él quien nos ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido. Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a Él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje del Evangelio de hoy; hay una cercanía cotidiana con Él, y ellos saben muy bien quién es, le conocen. El Evangelista subraya que «ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor» (Jn 21, 12). Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que le reconozcamos como «el Señor». ¡Adorarle! El pasaje del Apocalipsis que hemos escuchado nos habla de la adoración: miríadas de ángeles, todas las creaturas, los seres vivientes, los ancianos, se postran en adoración ante el Trono de Dios y el Cordero inmolado, que es Cristo, a quien se debe alabanza, honor y gloria (cf. Ap 5, 11-14). 

Quisiera que nos hiciéramos todos una pregunta: tú, yo, ¿adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios sólo para pedir, para agradecer, o nos dirigimos a Él también para adorarle?
Pero, entonces, ¿qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprender a estar con Él, a detenernos a dialogar con Él, sintiendo que su presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas. Cada uno de nosotros, en la propia vida, de manera consciente y tal vez a veces sin darse cuenta, tiene un orden muy preciso de las cosas consideradas más o menos importantes.
Adorar al Señor quiere decir darle a Él el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir afirmar, creer —pero no simplemente de palabra— que únicamente Él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante Él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia. 
Esto tiene una consecuencia en nuestra vida: despojarnos de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad. Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el carrerismo, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida, algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros. Esta tarde quisiera que resonase una pregunta en el corazón de cada uno de nosotros y que respondiéramos a ella con sinceridad: ¿He pensado en qué ídolo oculto tengo en mi vida y que me impide adorar al Señor? Adorar es despojarse de nuestros ídolos, también de esos más recónditos, y elegir al Señor como centro, como vía maestra de nuestra vida.

Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos llama cada día a seguirle con valentía y fidelidad; nos ha concedido el gran don de elegirnos como discípulos suyos; nos invita a proclamarle con gozo como el Resucitado, pero nos pide que lo hagamos con la palabra y el testimonio de nuestra vida en lo cotidiano.
El Señor es el único, el único Dios de nuestra vida, y nos invita a despojarnos de tantos ídolos y a adorarle sólo a Él. Anunciar, dar testimonio, adorar. Que la Santísima Virgen María y el apóstol Pablo nos ayuden en este camino e intercedan por nosotros.
Así sea.